sábado, 28 de abril de 2007

Una botella en La Habana

En casi cualquier lugar del mundo una botella no es más que un recipiente para guardar agua, leche, o algún otro líquido; sin embargo, en esa generalidad, La Habana de hoy marca la diferencia.
Aquí, unos "dan y otros cogemos (agarramos) botella".

Tratando de encontrar un equivalente fuera de la Isla, podría equipararse con "pedir un aventón" o "hacer autostop". Y digo podría porque la forma y el color aquí cambian. Un semáforo, varios autos, choferes bondadosos y personas con necesidad de trasladarse bastan para que, desde un sofisticado mercedes hasta un almendrón (autos antiguos), cualquier "carro" se convierta en una "botella".

La luz roja es la señal de arrancada. En el acto, quienes piden botella caminan con rapidez hacia los autos. La manera de preguntar varia según la educación del botellero, pero en esencia es la misma: operativa, fugaz como la roja: ¿Me puede adelantar?

Un sí, es llegar temprano al trabajo o la casa, evitar los avatares del transporte público, es la felicidad misma. Un no, esperar. Entre uno y otro, median en cuestión dos elementos: los sentimientos del chófer hacia el prójimo y sus posibilidades reales de llevarte.

No tengo la precisión de cuántos nos movemos diariamente en botella, pero la cifra no debe ser subestimable. Para las mujeres es sin dudas el primer lugar de las estadísticas. Los hombres tienen más reservas en "pedir el aventón" y los choferes en darlo si el "solicitante" es del sexo masculino. "Los hombres pueden caminar y coger guagua", me comenta Miguel, uno de los choferes de mi centro laboral. Y anque está claro que las mujeres también podemos, "belleza y juventud convencen a cualquiera completa Migue.

Obviamente, en un país como este, con carencias de transporte que abruman al más optimista, la botella es una vía no despreciable. Ojalá que se multipliquen los choferes deseosos de ayudar más allá del sexo y la belleza de las pantorrillas.

2 comentarios:

Malmi dijo...

Cuántas historias de botelleras hay para contar!!!!!. Me sumo a la larga lista de personas que prefieren agradecer el favor a un chofer amable o a un conductor aburrido, que poner a prueba su paciencia esperando una guagua que nunca llega o amontonarse en un “camello” desbordado de pasajeros por puertas y ventanas.
La botella tiene su táctica, como cuenta Leslie, y también otros encantos. Uno de ellos es la posibilidad de conocer personas nuevas ya sea entre los colegas de “a pie” o entre los conductores que pasan asiduamente por una ruta. Algunos rostros se nos vuelven familiares de tanto coincidir en el “punto” para coger botellas, otros llegan a solidarse con la “causa ajena” y hasta nos avisan de algún chofer que no va en su ruta pero si en la nuestra. No falta el huraño, ni el competitivo. Tampoco el ser que va por la vida molesto con todo y todos y a la pregunta de ¿Me puede adelantar? contesta en mala forma o sencillamente te mira como queriendo minimizarte a la altura del contén. Mis años como botellera me han enseñado que el remedio contra esos es una amable sonrisa y desearles que vayan con su “vinagre” a otra parte. Es en realidad el único antídoto para no perder la esperanza de que el próximo dirá: “Cómo no, monta”.
Luego de esta reflexión botellistica me gustaría felicitar a Leslie por su página. El extranjero que en realidad quiera conocer la isla haría muy bien en leer su blog.
Saludos y éxitos en tu profesión…y también en las botellas…

Yimel

Fernando Olmos dijo...

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