A finales del año 2010, Frei Betto visitó La Habana
para participar en un evento de educadores populares, organizado por el Centro Memorial Dr. Martin Luther King Jr. El
lema “La Educación popular por una opción socialista sentida y pensada desde
nuestras prácticas”, movió el debate entre los participantes de aquel encuentro.
Entonces, aproveché para conversar con el hombre que ha sido acreedor reciente
del Premio José Martí de la UNESCO. En esa ocasión, la relación entre Betto y
la obra martiana fue uno de los temas que despertó mi curiosidad.
Esta entrevista fue originalmente publicada en el
número 498 la revista digital La Jiribilla
¿Qué significa pensar y sentir el socialismo en la
América Latina de hoy?
En América Latina, también en todo occidente, hay un
solo país socialista que es Cuba, que ahora tiene el desafío de mejorar ese
socialismo a partir de una serie de cambios sobre todo en el sistema
productivo.
Pero el socialismo como experiencia, como vivencia
está generalizado por toda América Latina. Conozco muchos movimientos sociales,
desde comunidades eclesiales de base hasta el Movimiento de Trabajadores SinTierra (MST) de Brasil, que pueden llamarse socialistas sin exageración
ninguna. ¿Por qué socialista? Porque está el compartir, está el luchar juntos
por sus ideales que es mucho más importante que los intereses personales. Eso
es una experiencia socialista.
Felizmente se va avanzando dentro de este mundo
“globocolonizado”. No me gusta la palabra globalización, lo que efectivamente
existe es una “globocolonización”, es la imposición al planeta de un solo
modelo de sociedad, que es el modelo de sociedad anglosajónico.
Frente a esta hegemonía de paradigma de mercado, de
las ambiciones personales hay muchísima gente en América Latina que lucha por
una perspectiva contraria. Esa gente está unificada en el Foro Social Mundial en busca de otro mundo posible, yo diría de otros mundos posibles.
Hay que hablar no solo de un modelo comunitarista,
sino de varios modelos que existen en la experiencia de los indígenas, de los
quilombos que se constituían con los esclavos libertos en Brasil; de las
experiencias en comunidades barriales en las periferias de las grandes ciudades
de Brasil. Entonces hay algo que está naciendo ahí.
¿Qué podría definir el éxito en este tipo de
proyectos?
No importa el nombre que tengan, que sean comunitarios
o movimientos de conquista, sus derechos sociales como la vivienda, el agua, la
tierra. Lo importante es que estas dinámicas pueden definirse sin ninguna
exageración como socialistas, en sentido de preponderar lo social por encima de
lo personal, o sobre lo capital.
Me espanta que el sistema capitalista no tiene ninguna
vergüenza en afirmar que el capital está por encima de los derechos humanos,
está por encima de los derechos sociales. También el socialismo
etimológicamente es antagónico al capitalismo, porque los derechos sociales
están por encima de las ambiciones personales. “El verdadero socialismo es
aquel que, comunitariamente, logra que cada individuo se sienta realizado como
persona humana”.
Tenemos que volver a eso que Fidel, el Che, Martí
habían señalado: la formación de la persona, el espíritu de estar congregado
con sus semejantes que es la propuesta de Jesús, la propuesta del evangelio es
comunitarismo, que podemos llamarle socialismo, sin ningún problema. Lo que
llamamos teológicamente vivir en comunidad, significa políticamente una
minisociedad socialista.
En sus últimos artículos insiste mucho en lo que llama
la relativización de los valores, sobre todo en la juventud. ¿Cuál podría ser
la propuesta de la Educación popular ante ese fenómeno?
El neoliberalismo promueve con mucha fuerza una
despolitización de la política; en Brasil, por ejemplo, hubo elecciones presidenciales.
Se veía una parte de la juventud que estaba enojada con la política. Yo les
decía a ellos que estén atentos porque quien está enojado con la política es
gobernado por quien no está enojado con ella. Lo que la mayoría de los
políticos quieren es que la mayoría de la gente esté enojada para ellos quedar
libres ahí en su corrupción, sus provechos personales y corporativos.
Hoy el neoliberalismo hace todo un trabajo de
desagregar los vínculos comunitarios. Cada vez la gente tiene menos interés en
participar en asociaciones de sindicatos, de corporaciones, de cooperativas y
todo eso estimulado por esa filosofía neoliberal, que vive en busca de sus
propios intereses materiales y entonces los jóvenes van detrás de los llamados
valores del capitalismo: el dinero, la fama, y hay que añadir la estética, la
belleza.
Hay toda una industria con valores externos al ser
humano y por ahí no se va a encontrar nunca la felicidad, por ahí lo que se va
a encontrar es la barbarie.
Soy de una generación que en los años 60 tenía 20
años, y nuestros mitos no era gente que iba en un coche fórmula UNO. Nuestros
mitos eran Che Guevara, Camilo Torres, San Francisco de Asís, Martin Luther
King. No queríamos solamente cambiar nuestro pelo, queríamos cambiar el mundo.
A eso tenemos que volver.
La gente tiene que tener ideales muy profundos y
radicales porque el sistema trata de mercantilizar esos falsos ideales de
belleza, de riqueza, de prestigio, de poder y eso es un proceso de brutal
alineación.
La metodología de Educación popular no es una
metodología que inventó Paulo Freire, yo diría que existe en muchas familias,
en muchas escuelas, en muchas iglesias, en muchos movimientos sociales, que
trata de inducir desde los niños valores subjetivos. ¿Por qué?, porque el sistema
con la publicidad todo el tiempo nos bombardea con la idea de que nosotros
somos unos infelices porque no tenemos este coche, esta ropa, esta cerveza,
este jeans, no hacemos este viaje. Con este bombardeo, efectivamente, mi
autoestima está muy baja, si yo pongo mi proyecto de vida en las mercancías.
Yo Betto, tengo esta mercancía, esta camisa para
facilitar mi relación personal socialmente, ahora no, ahora la relación es
mercancía-persona-mercancía. La etiqueta de mi camisa está fuera para que tú
mires que yo tengo una camisa de Kappa. Si yo llego a tu casa a pie, yo tengo
un valor C, si llego en último modelo de Mercedes Benz o BMW, tengo un valor A.
Soy la misma persona, ahora ¡atención!, es el valor de
la mercancía que agrega más o menos valor a los humanos, eso es la degradación
total de los valores y esa es la propuesta del capitalismo que trata de
desagregar los valores éticos, desagregar la canción crítica.
Mientras nosotros queremos formar ciudadanos desde la
familia, desde la iglesia, el estado, la escuela; el sistema capitalista quiere
formar un consumista. El consumista es una persona que tiene todas sus
ambiciones centradas en mercancías y mercancías en provecho propio; no tiene
ninguna sensibilidad a la miseria, a los problemas de Haití, de África, al
sufrimiento de un millón de personas que se sienten excluidas por no tener
acceso a las mercancías.
Si Descartes en el siglo XVII decía, “pienso luego
existo”, hoy sería “consumo luego existo”. Uno que no tiene capacidad para
consumir no se siente existiendo y eso es una verdad.
Hablemos de Cuba. Usted ha afirmado no ser
radicalmente contrario a la privatización, ni estatista a ultranza. ¿Cómo
valora entonces las transformaciones del modelo económico cubano?
Decía Santo Tomás de Aquino, mi confraile, hay que
evitar los extremos, la virtud está en el medio. Ni podemos crear una sociedad
de privatización completa de los medios de producción y bienes de consumo, ni
podemos crear una sociedad completamente estatizante, porque eso es caer en un
paternalismo, es tratar a la gente como niños.
Una vez Fidel me dijo que uno de los equívocos de la
Revolución es que al inicio del proceso —los 60, 61— muchos en la población
miraban a la Revolución como quien mira a las tetas de una vaca en espera de su
leche. Aquí la gente tuvo que trabajar para darse cuenta de que la Revolución
no era un hecho de la superestructura; la Revolución es algo que compromete a
cada uno de nosotros día a día y es un proceso interminable.
Dentro de la coyuntura internacional hay que encontrar
los mecanismos de que un país como Cuba puede garantizar su desarrollo
sustentable sin ninguna concesión en su soberanía, en su independencia, pero
adaptándose a la nueva coyuntura, a la nueva tecnología, a nuevos procesos, más
con mucha atención para no entrar, inconscientemente, en un proceso consumista
productivo.
Cuando Lenin decía que Revolución es electrificación
—si pudiese hablar con él—, le diría no solamente. “Revolución es sobre todo
humanización, o sea, Revolución es crear un pueblo feliz”, la felicidad no
puede estar vinculada a la cantidad de bienes materiales. La felicidad está
centrada en la calidad de vida, la calidad de vida sobre todo desde el punto de
vista espiritual.
Por ejemplo, un hombre como Gandhi, el mismo San
Francisco, el mismo Martí quien vivió en el exilio, fueron hombres que no
tuvieron nada desde el punto de vista material, pero fueron sumamente felices,
porque se movían por ideales. Esta utopía, este altruismo es el que tenemos que
formar y ahí está el papel de la Educación popular. Ese es el objetivo
político, el sentido de formar hombres y mujeres nuevos.
Pero Martí también decía que en lo común de la
naturaleza humana se necesita del próspero para ser bueno…
Claro, porque tú no puedes exigirle a una persona que
está en la miseria, que no esté interesado primero, en su beneficio personal,
esa persona está interesada primero en una cuestión de vida. Eso es una frase
también de Santo Tomás. Hay que garantizar un mínimo de condiciones materiales,
para exigirle a la gente virtudes morales.
Hay dos hechos que no puedo separar: recientemente
usted decía que su corazón tiene la forma de Cuba y suele hablar de José Martí
en presente. ¿Por qué?
Tengo mucho amor a esta patria. Desde pequeño miraba
todas las noticias de la Revolución Cubana. Cuando se hizo la Revolución en el
59 yo tenía 14 años y ya había entrado en la política estudiantil a través de
la acción católica, a los 13 años, entonces, ya yo sentía un interés muy grande
por este país.
Solamente pude venir a Cuba muchos años después, en
1981. Me interesé siempre por la obra de Martí porque tiene dos cualidades muy
raras en la historia de América Latina, lamentablemente, que es ser un hombre
de lucha, de práctica, de testimonio y al mismo tiempo ser un sistematizador,
un pensador de una profunda alma poética, con mucha sensibilidad religiosa.
José Martí, incluso, fue el primero que percibió (a
través de artículos que escribe en ocasión de la muerte de Marx) que las
teorías de Marx no se adaptan completamente a la realidad de América Latina.
Aquí no solo son obreros y burgueses, aquí hay indígenas, hay siglos de
esclavitud. O sea, hay una polifonía cultural que nos exige otras categorías
para interpretar la coyuntura de América Latina, por ejemplo, la Revolución en
Cuba se hizo no en nombre de la liberación del proletariado, sino de la
liberación nacional. Eso congregó a todo el pueblo, porque había pobres que
eran contrarrevolucionarios como había ricos que eran revolucionarios. El
propio Fidel viene de una familia se puede decir latifundista. Este hombre que
tuvo acceso a la universidad, que podría haber hecho una carrera como abogado
rico, se puso a favor de los pobres, luchando por los intereses de una patria.
Entonces, siempre me encantó, me siento muy hermanado al proceso y siempre
que vengo aquí me alegro de poder dialogar con los dirigentes y el pueblo de la
coyuntura aquí y otros países, de América Latina y el mundo.
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