Leslie Salgado Arzuaga
redactores. Puertas adentro, al debate en general tampoco le hubiera echo daño algo más de sal y claridad en el decir. ¡Otra vez las ironías!, pues no hay nada más alejado del Periodismo que el rebuscamiento.
Pero quedarse con ese lado de la moneda, sería alumbrarse con las manchas del sol. El VIII Congreso (4 y 5 de Julio) tuvo sus saldos positivos. Después de casi diez años había mucho que decir y escuchar. Aunque nunca se explicó por qué la elección de la directiva había precedido el Congreso; de lo demás se habló a cántaros.
Las Nuevas Tecnologías y la Formación de profesionales coexistieron con la Política Informativa, pero la última se llevó las palmas. Y no es de extrañar. Las reflexiones evidenciaron la necesidad urgente de actualizar miradas en los lineamientos informativos. Pensar el Periodismo desde la Cuba contemporánea, con sus matices, contradicciones, errores y aciertos. El Congreso lo dejó claro: no se trata de “hacer trabajos críticos” bajo determinada coyuntura, sino de una estrategia estable para el ejercicio del PERIODISMO. Mayor creatividad y respeto a la inteligencia colectiva no vendrían mal.
Más allá de las maneras de exponer de uno u otro delegado, la mayoría abogó por un ejercicio profesional que refleje todo cuanto ocurra en la Isla, porque la historia de un país se hace también de su prensa, como afirmaría un buen amigo. ¿Qué dirán nuestros cronistas del tiempo cuando intenten historiar con planas enteras dedicadas a reuniones, entregas de banderas y actos? ¿Solo eso sucedía?, se preguntarán nuestros hijos. ¿Quién decidía tales noticias? Y asumo el pasado como tiempo verbal porque aspiro, como todos los que vivimos el Congreso, a que finalmente la propaganda ceda paso al reflejo de la cotidianeidad en su más rico palpitar.
Pero como toda reflexión colectiva, al final final, allá en los pasillos y guaguas, siempre afloraron más preguntas que repuestas. ¿Certezas? muy pocas. Primero, que la transformación no puede esperar un día más. Segundo, el cambio demanda voluntad dentro y fuera de las redacciones. De eso dependerá también una mejor utilización de las tecnologías a favor del proyecto social cubano, la formación de los nuevos periodistas y la defensa de la verdad nacional en Internet. Todo pasa por el filtro de una Política Informativa que ofrezca espacio para el verdadero periodismo.
Lo más sugerente entre las intervenciones fue la solicitud (reiterada durante las asambleas de base) de implementar un marco legal para la prensa así como una institución que respalde el accionar de los periodistas. Aunque el cónclave no devolvió respuestas a tales peticiones, los argumentos para validarlas sobraron. Más de una puerta se ha cerrado ante un reportero sagaz y más de un teléfono ha sonado en la oficina del director (y ya se sabe que cuando el teléfono suena, piedras trae). Claro, nadie podría decir que esas aspiraciones cayeron en saco roto. No en un país que lucha por basar su unidad en la diversidad de criterios y no en una falsa uniformidad.
Tras decenas de intervenciones y un discurso final, el sabor del Congreso es una mezcla donde prefiero que prevalezca la esperanza. La dirección del país expresó voluntad para que cambie, en la prensa, lo que debe cambiar. ¿Qué? ¿Hasta dónde? ¿Desde cuándo? Las respuestas no deben venir en un sobre lacrado, bajo siete llaves. Los límites, en ese sentido, solo puede imponerlos el pueblo que no perdona demoras.
Si estuviéramos en un juego, deshojando margaritas, preferiría que el último pétalo cayera en positivo. Pero no es un juego, los hubiera no existen, y las margaritas – como le digo a mis pequeñas vecinas- no se deben deshojar. (Artículo publicado en la revista Alma Mater)
No hay comentarios:
Publicar un comentario