Leslie Salgado
fotografías: Reno Massola
Cada 12 de Octubre una parte del mundo celebra su hispanidad. ¿Pero qué significa ese sentimiento aquí, allá, acullá? Habrá quien piense en el día de la salvación, cuando los españoles llegaron para iluminar a los nativos. Otros, dirán que en esta parte del Atlántico éramos felices seres humanos con vida apacible. Quizás un tercer grupo, al cual me sumo, comparta que a ambos lados del océano existían culturas que se encontraron en 1492. Una con desarrollo técnico suficiente como para cruzar los mares; la otra, con innegables aportes que aún resultan enigmáticos para la humanidad.
En cualquier caso la herencia hispana está ahí; expresada en la cultura, el idioma, los rasgos físicos, pero sobre todo en las esencias que nos acompañan cada día. De hecho, alegra ser herederos de un país cálido y colorido. Cuando comemos, hablamos, vivimos, hay una parte de España en nosotros; aunque no todo lo que somos haya llegado de allí. La riqueza de la cultura indígena, su relación respetuosa con la naturaleza, los hábitos alimenticios, la artesanía, las lenguas, su conocimiento ancestral forman parte del hoy de nuestros pueblos amen de la colonización.
En mayor, o menor medida según el país, con la colonización llegaron también habitantes de África y Asia (especialmente China), para hacer de países como Cuba un verdadero “ajiaco”. Bien conocida es en esta Isla, la historia del español que dejó su simiente en la africana. De esa unión, surgió la mulata, a decir de los cubanos de hoy; lo mejor que dejaron los ibéricos en la mayor de las Antillas. Tal vez nadie lo ha contado mejor que el poeta Nicolás Guillén.
En esta tierra, mulata
de africano y español
(Santa Bárbara de un lado,
del otro lado, Changó),
siempre falta algún abuelo,
cuando no sobra algún Don
y hay títulos de Castilla
con parientes en Bondó:
Vale más callarse, amigos,
y no menear la cuestión,
porque venimos de lejos,
y andamos de dos en dos.
Aquí el que más fino sea,
responde si llamo yo. (Canción del Bongó, 1931)
Aunque por lo general, no lo veamos en ese sentido, los españoles también llevan un poco de lo que somos aquí. Durante décadas; gallegos, asturianos y canarios, solo por hablar de los más frecuentes, llegaron a estas tierras en busca de fortuna o a dejarse llevar por su suerte. Acá hicieron familia, los más dichosos algo de dinero y el relato se repitió. Regresaron a su tierra natal llevando consigo una parte – nuevamente- de las tierras americanas.
La historia, ya se sabe, ha sido eurocentrista. Nunca olvidaré un buen amigo asturiano- había estudiado pintura- que desconocía totalmente la existencia de Owaldo Guayasamín, el ilustre pintor ecuatoriano. No lo juzgo, también hacia el interior del continente es posible encontrar grandes lagunas sobre nuestra historia, sin que por ello pueda tildarse a pueblo alguno de inculto. Amén de que la educación es un lujo para muchos, cada uno nació con expresiones culturales asentadas a través del tiempo. Lo peligroso, no es desconocer nombres, sino perder las esencias que conforman la identidad.
516 años después del encuentro entre dos mundos, la hispanidad está en lo diverso, en lo multiplicidad que ha crecido, a ambos lados del Atlántico.
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