No imagino como
sucederá en otras latitudes pero al menos en Cuba, en cuanto la
pancita comienza a vislumbrarse, arranca un aguacero de predicciones.
Se esta hinchando
la cara, las hembras son las que ponen la cara asi,
te dice una vecina y en la siguiente esquina, un borracho:
perdone que yo no la conozco señora
(con tal borrachera dudo que se conozca a sí mismo), pero
usted trae varon, esa nariz es de varón.
Claro, nada como que
alguien, en medio de la calle, te interpele:
mijita ¿hasta dónde llega la línea que tienes en medio de la
barriga?. Entonces una se imagina el
principio y fin de la linea que claramente te divide la panza en dos
y sin muchas opciones ante el entusiasmo de tu interlocutor solo te
queda preguntarle: ¿Hasta dónde, hacia
arriba o hacia abajo? La persona rie a
carcajadas, y una aprovecha el momento de risa para huir del
embarazoso momento.
Las predicciones
pueden ser tan intensas y frecuentes que comienzas a dudar de los
ultrasonidos y de los años y años de experiencia de tu doctor. El
terror dura poco, luego aprendes a poner una cara neutral, ni de
hembra, ni de varón. Tras la tercera o cuarta experiencia, NUNCA
MÁS, te atreves a contradecir a los prediccionistas. Sonríes, no
le mencionas los resultados del ultrasonido, le das las gracias y
sigues tu camino. Si insisten mucho o estás esperando su misma ruta,
le dices que has comprado todo amarillito y verdecito “por si
acaso”.
Claro, toda la
experiencia acumulada en pocos meses se desvanece cuando un amigo,
por suerte poco atento a la importancia de los colores de la
canastilla, te dice, determinado y feliz: va
a ser intelectual.
Inmediatamente
se te pone cara de idiota, no sabes qué decir, nada de lo que habías
ensayado antes encaja. Él se va, tú le dices adiós y te quedas
entre feliz y preocupada de que tu hija realmente vaya a dedicarse al
raro y doloroso oficio de pensar.
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